7 dic 2011

HablaryHablaryHablar

Publicado en el Semanario La Razón  Eduardo Casanova (Chávez de papel editorial Actum,2003, pág 28,29 y 30).
Ya nadie lo  puede discutir de buena fe. El hombre que por desgracia ganó las elecciones de 1998 es tan tramposo como aquellos que quisimos quitarnos de encima al elegirlo. O peor. Porque llegó al sitio predicando en contra de lo que hoy hace, y si lo pusimos en donde hoy está fue para que no se siguiera haciendo lo que está haciendo con el mayor descaro, además de jugar pelota, insultar a los que imita y hablar y hablar y hablar.

En tiempos de elecciones mucho ganó ese personaje al declarse el enemigo No1 de lo mismo que ahora es. Se dijo enemigo de los adecos y hoy es el más notable de los adecos. Mucha gente creyó, de buena fe, que iba a acabar con la partidocracia, y es el más ferviente defensor de la partidocracia como lo demostró con la trampa de los símbolos. Se dijo enemigo de la corrupción, y la corrupción ha seguido cebando en el gobierno, como lo prueba lo que están haciendo sus parientes y amigos en el poder o cerca de él.

Y lo más grave es que ni él está capacitado para gobernar ni lo están los que lo acompañan. Es dado a citar a Bolívar, pero deliberadamente olvida que Bolívar fue el primero en decir, más de una vez, que los militares no están hechos para gobernar ni saben hacerlo. Mientras él habla y habla y habla, el país se derrumba, el pueblo pasa hambre. Hambre. Hambre. Hambre. Y él come como un principe y vive como un rey y tiene su corte de adulantes que lo hacen verse ante el espejo y verse lindo, sabio, inteligente, mientras habla y habla y habla y juega con las pelotas del pueblo.

Su gobierno, si es que puede llamarse así, no es solo ineficiente, sino además (aunque tuvo la hipocresia de exhibirse como revolucionario e ir a visitar a Fidel Castro y hablar la pendejada hereje en público y en privado) es eminentemente conservador y antipopular. Aplica las mismas recetas que recomienda el Fondo Monetario Internacional, y es hasta más reaccionario que los del FMI. Pero todo el que sepa algo de economía recordará que cadenas de hechos como los que ha vivido Venezuela se han documentado desde la antiguedad clásica. Así, el emperador Augusto creó la inflación al llevar a Roma el inmenso tesoro de Egipto, pero su sucesor, Tiberio, que era avaro y conservador,  decidió atajar la inflación con recesión y, desde luego, los precios bajaron porque no había dinero, por la cual no había demanda. Ello creó una situación hasta peor que la que había generado la inflación y, sobre todo, generó una clara falta de confianza en los particulares, que dejaron de invertir y de crear riqueza. Tiberio tuvo que ceder y abrir las compuertas, al darse cuenta de que la deflación es hasta peor que la inflación. Desde luego, no pretendo comparar a Chávez con Tiberio. A lo sumo se le podría comparar con Nerón, que se creía actor y poeta y obligaba a los ciudadanos a sufrir sus interminables sesiones de canto y declamación, además de que se hacia dar premios a diestra y siniestra. Agotados de tanta estupidez, los pretorianos tumbaron y mataron a Nerón. Pero eso fue hace casi dos milenios. Hoy, la terrible realidad es que hemos sido estafados por quien ofreció lo que nunca quiso dar. Ni podría dar. En la penumbra de las conspiraciones ofreció una revolución  y en las elecciones ofreció un gobierno eficaz que acabaría con los abusos y las estupideces de los adecos y los copeyanos. Pero nos ha dado esas mismas estupideces y abusos, a los que ha sumado los suyos. Este es un gobiernito que no tiene ni la experiencia y la capacidad para gobernar bien, ni la valentía para hacer una verdadera revolución.

Sé de varios que están con el gobierno y en el gobierno de buena fe, y que siguen creyendo en el Primer Pelotero de la República, a pesar de que tienen que darse cuenta de que el personaje no hace otra cosa que hablar y hablar y hablar. Me da lástima y rabia. Lástima por ellos. Y rabia porque veo que le menean las colitas a un amo indigno

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