13 feb 2011

Tipologia salsera, cap 2

 

Y si la falta de límites del Venezolano es permanente, ¿cómo no iba a manifestarse desbordadamente en algo que también es para siempre como los nombres propios? "Whisroncer", por ejemplo, para dejar establecido durante toda la vida que el nacimiento de primogénito sería una gran celebración con Whisky, Ron y Cerveza., ¿Cómo no celebrar toda la vida en un nombre la unión de los padres que hicieron posible la llegada de ese bebé? Basta con unir amorosamente algunas sílabas y ¡abracadabra¡ aparecen nombres mágicos, cargados de décadas de amor como ANYAMIR, mezcla profunda del papá, Angel, la abuela Yajaira y la mamá Miriam.

¿Puede trasladarse el epicentro de un sismo? ¿Moverse pausadamente por una de las congestionadas calle o autopistas de Caracas? Puede, lo oyes acercándose a ti desde varios carros de distancia, emitiendo rugidos bajos y rítmicos. Es otro de los desmanes: envolver a los demás en su música, quiéranlo o no, con generosidad derrochadora de decibeles ¿Puede tanta dadivosidad en ruptura de tímpanos? Es posible, pero es un sacrificio que bien vale la pena por ese desprendimiento de compartir la música que llevas contigo. Claro siempre cabe otra explicación a este fenómeno, donde la generosidad no entra, esa también tan venezolana demostración  de poder adquisitivo, en este caso: ¡Oigan todos el equipo arrechísimo que me compré!.

El consumo es uno de sus grandes desbordes. Nació chillando como bebé llamando la atención y nació ya bien desarrollado; un bebé cubierto de pelos enroscados y espinillas, en la época de la Gran Venezuela, fueron los Motorhome, torpes bestias que no encontraron en ningún lugar del país los servicios que los hacen útiles en otros países: agua corriente y electricidad. Se arrastraban por calles donde escasamente cabían. Pero eran enormes y eso era lo que importaba: proclamaban a metros de su llegada el poder enorme de tu chequera. En los 80 también dejamos nuestro nombre de venezolanos, ya nada teniamos que ver con aquella Venecia pequeña u otras pequeñeces, nuestro consumo ya era tan grande que pasamos a llamarnos "ta'baratos". Ahora el país tenía dos eslóganes: Venezuela suya y Miami nuestra. Hoy llegando al 2011, nuestra voracidad es un jugador de video magnifico y absorto que engulle cada nuevo símbolo de consumo, pantallas planas, whiskys mayores de edad para jóvenes que no llegan a 15 años, fiestas de 15 años con la crema de los merengueros, Hummers, avionetas...



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