5 jun 2011

Tener Miedo/Rodolfo Izaguirre

En el cine, el terror congrega legiones de aficionados porque nos gusta sentarnos en la butaca y pasar miedo, un miedo que en modo alguno toleraríamos en la vida real. Sin embargo, cada uno de nosotros lo tiene por motivos diferentes. ¿Por qué? Al parecer, no hay una sola razón que explique por qué tantas personas deseamos tener miedo de forma voluntaria. Pero hay teorías que intentan explicar este paradójico gusto por el terror.
   Los autores sugieren que los protagonistas de las películas de terror nos fascinan porque son diferentes del resto de las personas. Aclaran que, desde luego, nunca  nos aceptarían como compañeros; aunque resulta evidente que tampoco deseamos ser sus amigos, a pesar de que pueden convertirse en nuestros mitos. Se asegura que en nuestras vidas hay un momento en el cual no tenemos claro lo que está vivo y lo que permanece inanimado: una muñeca puede parecerle viva a la niña que la peina y la mima; pero la presencia del vecino que pasa a su lado no tiene para esa niña corporeidad o importancia. ¡Lo que nos aterra es la confusión entre la realidad y la ficción; la incertidumbre y la inseguridad¡ De allí, el milagro de la declaración de André Breton: "¡Amo los fantasmas que entran por la puerta a pleno mediodía¡", esto es, que borran todo posible límite entre la irrealidad y la propia vida iluminada por las ensoñaciones.

Desconocemos a la "otra" persona conscientes, sin embargo, de que hay en ella zonas oscuras que nos atraen porque ignoramos lo que ocultan. ¿Hablamos de Drácula? ¿Del hombre Lobo? ¡No necesariamente¡ Me refiero a quien a lo largo de los últimos doce años de vida política venezolana ha proyectado hacia el país una sombra que por brevísimos instantes viste una crispante bondad, por que intuimos que al acecho, por detrás, el cordero se transforma en un personaje odioso, vulgar, despótico y prepotente capaz de ofender y aterrorizar a propios y extraños sembrando la incertidumbre e inseguridad que atribuimos a quien, por ocultarse en la zona oscura, no deseamos tener como amigo.

   Tenemos miedo de enfermarnos, de sucumbir ante la pobreza, de inmolarnos en una guerra absurda contra Colombia o Estados Unidos y, al mismo tiempo, creemos que somos libres porque no nos sentimos atados a ninguna autoridad, expresamos nuestros pensamientos y abrimos las compuertas de las emociones.
    Erich Fromm estudió estos asuntos y se extendió en consideraciones sobre el miedo a la libertad. Fue él quien dijo que el derecho de expresar nuestros pensamientos tendría algún significado sólo si somos capaces de tener pensamientos propios; que liberarnos de la autoridad exterior constituirá una victoria duradera sólo si las condiciones psicológicas íntimas, son tales que nos permitan establecer una verdadera individualidad propia. Y se preguntaba: ¿Hemos alcanzado esta meta o sólo nos aproximamos a ella?
   
   Quienes apoyan el ominoso paso de la democracia a la dictadura militar no son dueños de un pensamiento propio, siguen atados a la autoridad, tiene miedo a la libertad. Les "gusta" la dictadura, el hombre fuerte que los domine. Debajo de la ropa civil disfrutan de un áspero uniforme verde oliva y una roja boinita ladeada con una estrellita. A la mayoría de los venezolanos, por el contrario, le gusta y atrae la izquierda democrática; la misma que garantizó cuarenta años consecutivos de libertades ciudadanas y alejó las desconsideraciones que hoy nos abruman.

   Los monstruos del cine esperan en los pasillos de las empresas productoras el momento de la filmación: seres acromegálicos, licántropos, vampiros que desafían las balas de plata o las estacas de madera sin percatarse de que asustarían mucho más si vistieran el uniforme que usan los militares venezolanos... ¡fuera de los cuarteles¡.

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