10 may 2011

Los civiles peleaban como militares y los militares como idiotas (2)

-¿Y Raúl Ramos Giménez?
-Fue siempre enemigo de la izquierda. Eran tan derechista como la vieja guardia. Igual que José Manzo González...
-Pero usted en un momento se unió a ellos, en el PRIN, el Partido Revolucionario de Integración Nacional.
-Sí, durante un año. La experiencia política más infeliz que he tenido en mi vida. Lo he dicho en libros y en artículos. Ese era un partido adeco, y para mí era involucionar. Era insólitamente derechista, conservador. De involución ideológica y de retroceso moral. Aliados con José Vicente Rangel y Luis Miquilena. Desde entonces no volví a militar en partido alguno.
-¿Militó en la insurrección?
-La insurrección no necesita partido, o no debería necesitar.
-¿El 27 de Febrero, el Caracazo, fue una insurrección?
-Sí, pero sin norte y sin dirección. Fue el estallido espontáneo de las masas marginales de Caracas.
-Chávez dice que se inspira en esa insurrección...
-También dice que se inspira en la Comuna de París y en la Toma de la Bastilla...
-¿Por qué la izquierda no asumió la dirección de esa insurrección popular?
-No había ninguna organización popular.
-Y el MAS y la Causa R?
-Habían dejado de ser revolucionarios; eran unos sinverguenzas organizados. En cambio, en la insurrección  de 1917, en Rusia, había un aparato constituido por 20.000 bolcheviques, pero qué bolcheviques. Uno de los partidos más grandes de la historia. Desde las cavernas hasta hoy, el movimiento más valioso que tal vez ha existido. <<Una maravilla histórica>>. Esos 20.000 hombres eran 20.000 jefes, pero jefes insignes. Cada uno movía un barrio en la vieja Rusia. Era la vanguardia formada por Lenin desde 1095 hasta 1915, paciente y escrupulosamente, desde todos los puntos de vista: ideológico, político, moral, militar... Una vanguardia resplandeciente. Con esos bolcheviques se conquistaba el mundo.
-Estuvo dos veces preso con Jesús Faría...
-Sí, en San Juan de los Morros, en la dictadura, y en el cuartel San Carlos, en la democracia.
-¿Lo influyó en lo ideológico?
-Fuimos muy amigos. Era un burócrata comunista. Toda la vida lo fue.

-¿Traía el dinero de Moscú?
-No, los recursos económicos los traía el secretario de finanzas, que era Eduardo Gallegos Mancera. Faría era un hombre de confianza de la Unión Soviética. Estuvimos presos en el Cuartel San Carlos y en el Hospital Militar, donde había un departamento de procesados políticos. Ahí pasamos como seis meses. Logré que el médico dijera que yo estaba grave, moribundo. Manuel Mantilla, hermano de Consuelo, era ministro del Interior. Cuando yo quería conseguir algo le mandaba un recado. Después de seis meses en el Hospital Militar, nos sacaron al exterior, a Italia. Cuando llegamos a Roma, a  Faría lo esperaba nada menos que Giancarlo Paieta, que era el jefe del departamento internacional del Partido Comunista de Italia, un alto burócrata. El PCI gobernaba aunque no estaba en el Gobierno. Se abrazaron y luego Faría me lo presentó. Mi mujer me dijo: <<¿Viste cómo cambió? Ahora está muy presumido. ¿Vio como se pavoneó presentándole al comunista italiano?>>. El PCI mandaba tanto que Paieta ordenó que nos entregaran las maletas en el acto, y así ocurrió. El PCI no gobernaba porque no le convenía a la URSS, pero sus funcionarios eran compensados con cargos burocráticos bastante apetecibles. Estuve seis meses en Italia. Recorrí dos o tres veces la península en un Fiat que me costó quinientos dólares.

-¿Después participó en otras conspiraciones?
-En absoluto. Tampoco en elecciones. Tenía claro que el camino electoral no era el correcto. Me dediqué a dar clases en la UCV y a escribir artículos en El Universal y en Ültimas Noticias; también en Panorama, de Maracaibo. No fui director ni jefe de cátedra; profesor investigador, nada más.

-¿Cómo llegó a ser columnista de El Universal, un periódico reaccionario?
-El viejo Luis Teófilo Núñez se hizo amigo mío y me tomó cierto cariño. Llegó a compenetrarse conmigo. Una buena mañana me invitó a colaborar y partir de entonces publiqué un artículo semanal. También escribí en Ultimas Noticias, donde había presiones para que me botaran. Miguel Ángel Capriles me dijo que Fedecámaras le había pedido que me sacaran. Capriles le respondió: <<Yo soy un vendedor de periódicos, y este señor vende. Si me traen otro como él, lo boto en cinco minutos>>.

-También fue amigo de Nelson-Luis Martínez...
-Muy amigo. Me dolió bastante su muerte. Era un estalinista furibundo, pero tenía gran respeto por Trotsky y una gran admiración por su obra intelectual. Lo único que no aceptaba de Stalin era el atentado contra Trotsky. Nelso-Luis fue militante del PCV y uno de los principales dirigentes. Cuando él era comunista, yo era un adeco furibundo. Siendo colaborador de Últimas Noticias, rememorábamos lo ocurrido entonces. Me decía: << En esa época yo te habría matado>>. Le respondía que yo le habría hecho lo mismo. Nelson-Luis era amigo personal de Laureano Vallenilla. Fueron compañeros de escuela. En la dictadura de Pérez Jiménez, Vallenilla no lo incorporó como funcionario. Nelson-Luis siguió en la Cadena Capriles, pero era un hombre del régimen. Laureanito era tan cobarde que cuando Pérez Jiménez lo destituyó fue a llorarle a lágrima viva. Los reaccionarios son muy cobardes. Toda la vida Nelson-Luis siguió siendo muy amigo de Guillermo García Ponce, Juan Fuenmayor, Rolito Martínez, Kotepa Delgado, Alonso Ojeda Olaechea, Ernesto Silva Tellería y Pedro Duno, que era muy acomodaticio, igual que J. R. Núñez Tenorio, que parecía muy ortodoxo, pero era un oportunista memorable. No hacía nada que no fuera en el nombre de Marx, pero encontraba una justificación  en Marx para alcahuetear la peor vagabundería. El pobre Marx se convirtió en un estropajo en manos de Núñez. Fui amigo de Pedro Duno en una época.

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